jueves, 5 de marzo de 2009

TRABAJOS FORZADOS

Uno no se da cuenta de esas cosas cuando niño, pero viéndolo en retrospectiva se descubre el lado oscuro. 
De chico, me imagino que antes de que naciera mi hermano (2 o 3 años), me cuentan que había una muchacha que me cuidaba en las tiendas de mis padres. Mi mamá dice que me tenía muy entretenido todo el día, que me enseñó a hacer piñatas, que jugábamos hasta que me cansaba. No me acuerdo de nada de esto, ni siquiera de Mary (así se llamaba). Alguna vez la vi en un álbum en una foto de una de mis fiestas de cumpleaños, cargando a un bodoque vestido de payaso (bueno, las ridiculeces que me hacía pasar mi madre han sido tratados en posts previos). El punto es que cuando veo esa foto me doy cuenta que la dichosa Mary no tendría más de 14 años.
Luego en casa de mi prima, una de las muchachas se llamaba Juana. Un día se nos ocurrió cantarle una simpática canción que decía algo así: "Juana la loca, tiene una troca, y no la maneja porque está bien loca". Acto seguido, toma sus cosas y se va de la casa. El que haya tenido 15 años en ese momento justifica en parte su reacción (a los 5 y 6 años, mi prima y yo sólo decíamos que estaba mensa para que no nos regañara mi tía).
En algunas ocasiones cuando llego a su depa, porque mi hogar es su hogar queridos dos lectores (tengo que sacarme estas costumbres de rancho), veo que los hijos de la señora del aseo la ayudan a limpiar. En esos casos, mejor le digo que no haga mi cuarto, no quiero volver a formar parte de la red de explotadores.

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