Lo que obtiene de las donaciones de conductores y transeúntes, lo gasta al final del día en el mercado de flores que está en contraesquina a su hogar.
Un día a falta de dinero, le ofrecí una manzana. No la aceptó, mientras sonreía mostrando sus tres dientes.
A ver si ahora Marcelo y sus camionetas del IASIS no la atrapan y la traen a valoración, porque luego quien cuidará del jardín que poco a poco invade el banco.