martes, 16 de febrero de 2010

ARRAIGO TERAPÉUTICO

Llevo tres días sintiéndome solo. Junto a mí están acostados dos tipos, en un espacio en el que pudiéramos estar seis. Perdí la noción de la hora, sólo divido la jornada entre las tres veces que llaman mi nombre. Y ya fue la tercera, por lo que supongo es de noche. Sólo me separan una mica y una red, del aire frío y el cielo opaco. Trato de respirar a través de la rendija, subo los pies al buró. Suficiente ruido para hacerme notar con los de blanco. Y me vuelven a amarrar, les explico pero no me escuchan, me amenazan con traer a los guardias (¿que esto no es ya una cárcel?). Los párpados pesan, mis brazos se ponen rígidos, y sólo me queda mirar a la ventana pensando cuánto falta para pagar la condena.

6 comentarios:

No.Robot dijo...

Estas bien grajales? O te estas robando novelas existencialistas para tu blog?

Grajales dijo...

jajaja, no. fue un cuentillo que escribí en una guardia hace un par de años

xavi dijo...

********SONIDOS AGRADABLES*******
Me siento muy honrado de escribir aquí, en ELPAIS.com, este periódico por el que siento tanto respeto, dado que mi padre lo enrollaba los domingos y me zurraba con él hasta hacerme desmayar. No era importante si yo había hecho algo malo. Me zurraba porque mi padre era coleccionista de sonidos agradables.

Le agradaba, por ejemplo, el ruido que hacía un pequeño cristal al quebrarse, clac, y el crepitar del tabaco dentro de una pipa de roble. También sus propios pedos después de cenar chorizo pamplonica, stromb, y las gotas de la lluvia cayendo en un cuenco, plic, plic.

Pero más que ninguna cosa le agradaba reventarme a golpes la espalda con el dominical de El País enrollado, plaz, plaz, plaz. Los domingos el periódico traía muchas páginas y, según él, eso producía una acústica inmejorable.

Mi padre perseguía onomatopeyas y trabajaba en Correos, y así creía yo que eran todos los padres del mundo. Hasta que tuve que ir a la mili y descubrí que los padres de los otros soldados no perseguían onomatopeyas ni tampoco trabajaban en Correos. Me sentí un poco desengañado.

En esta foto yo ya estaba un poco desengañado con mi padre.

El segundo fin de semana de mayo de 1993 volví a casa con mi traje de soldado. Era mi primer permiso. El viernes y el sábado todo estuvo tranquilo. Pero el domingo llegó el periódico por debajo de la puerta. Traía una revista de motor y dos suplementos. Mi padre se sentó a la mesa y comenzó a enrollarlo todo, mientras me miraba.

Esa vez no le permití buscar nuevos sonidos. En la mili me habían enseñado muchas cosas que todavía me son muy útiles aquí en el Institut: a estarme quieto, a cavar profundo, a cagar en la oscuridad, a comer cosas amarillas que se mueven, y también a defenderme del ataque enemigo.

Por lo tanto no dejé a mi padre buscar sonidos agradables en mi espalda. Cuando vino a por mí le hice frente. Lo miré a los ojos y le dije no papa, ya no, papa. Pero él no me hizo caso porque tenía mono de tres semanas. Y entonces debí detenerlo.

A mi padre le habría gustado mucho oír el ruido de su propio cuello entre mis manos. Fue algo así: cric, cric, cric, y después trac. Un sonido que él mismo hubiera catalogado “de agradable a muy agradable”.

A la semana yo iba de un psiquiátrico a otro. Ni siquiera me dejaron estar en el entierro. Le dijeron a mi madre que yo no era malo, que lo que estaba era enfermo, y entonces me empezaron a buscar sitio con los locos. En total he estado en cuatro hospitales y en dos institutos, todos en Cataluña. El de ahora es el que más me gusta, porque tiene bañera.

Me llamo Xavi L. y tengo 31 años. Hace trece que me dan pastillas y me tienen encerrado para que no le haga daño a los demás. Hace cuatro que vivo en la unidad de agudos del Institut Psiquiátric de la ciudad de S., donde me tratan muy bien. Desde hace algunos meses el doctor V.L. me deja hacer un blog como parte de la terapia. Hasta ayer publicaba ese blog en una página gratuita y no lo leía ni Dios, pero ahora El País me ha invitado a hacerlo desde aquí.

Todo empieza y termina con este periódico, entonces. Me gusta mucho que así sea, porque las cosas que acaban donde comienzan tienen su lado poético y su toquecillo de revancha.

Maury McFly dijo...

¿Sólo con dos tipos?

delia dijo...

si hay una rendija no es del todo una cárcel...
por las rendijas se escapan cosas importantes

saludos

Ceronte dijo...

Muy bueno che. A veces no es necesario estar en un lugar así sino que solamente la crea nuestra mente.
Te invito a pasar por mi blog:
www.poemas-y-sonetos.blogspot.com
Salud!