La mejores quesadillas se hacían en casa de mi abuela Meche, sin ingredientes especiales ni mucho menos, lo que sí era requisito era la compañía de todos los primos y comerlas mojadas mientras jugábamos en la alberquilla.
Por más que perfecciono la técnica de hacerlas (el alimento más socorrido por su servidor a fines de quincena), no he podido lograr que me sepan igual.
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